Maíz transgénico, un problema real.

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En mi paso por la universidad mi atención se ha volcado a temas, más relevantes que el entretenimiento, el fut-bol, o el consumismo mediático que vivimos día a día como propósito prioritario; uno de ellos es el tema del maíz transgénico; y tomo este tema como algo importante porque este ha sido el alimento primordial tanto en México como en Centroamérica por más de 500 años, y por lo tanto tiene un peso importante en nuestra cultura e identidad.
El problema radica en que las políticas agrícolas inspiradas en el neoliberalismo, llevan al gobierno a desregular la producción de maíz transgénico, provocando con ello la pérdida de la soberanía sobre nuestros alimentos y dejándolos en manos de empresas transnacionales.
En lo que va de el presente año, se ingresaron a nuestro país más de 13 millones de toneladas de maíz transgénico, lo cual es una utopía porque deberíamos ser nosotros los que exportemos este alimento.
Entre las desventajas más importantes de este tipo de alimentos, están los daños que producen en el cuerpo humano, ya que científicos expertos han revelado que Monsanto (empresa reguladora), omitieron reportar los efectos negativos serios, como signos de toxicidad en los órganos internos de las ratas, ya que es un tipo de alimento 0% orgánico.
También la toxina, que se acumula en los suelos de cultivos de este tipo, afectan su fertilidad a largo plazo hasta dejarlos completamente infértiles para entonces, crear dependencia de mercado y con ella, beneficio económico de manera totalmente inmoral.
Por otro lado, las empresas transnacionales, ofrecen préstamos a los campesinos para que compren sus semillas transgénicas. Al final los campesinos, terminan con deudas y se ven forzados a pedir préstamos ya que su producto es caro y por tanto no es rentable, dejándolos marginados.
Lo que podemos hacer es consumir maíz orgánico y nacional, tratar (en medida de lo posible porque no es fácil), de no consumir producto transgénico de empresas tales como Maseca y Minsa.


Por: Marco Medina
Fuente:
www.jornada.unam.mx/2012/09/29/opinion

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